Mito y sus Leyendas

De lo que menos se ha escrito es de las leyendas: casi todos saben nada y hablan mucho, y pocos saben mucho y hablan nada. Y hay que saber y saber", dice Víctor Rojas.
Las historias en Valparaíso, son mucho más que tradición, diríamos casi, que estas son parte absolutamente definidas como constituyentes del ADN porteño
Quienes aman y se enamoran inagotablemente de Valparaíso encontrarán en estas páginas más razones para defender su amor. Quienes aún no han sucumbido al embrujo porteño de sus cerros, comprenderán de qué se trata este amor y quizás lleguen a probarlo.

La virgen que lloro seis días

En Valparaíso, sobre uno de los muros de adobe tendido de la Iglesia Matriz de Jesucristo “El Salvador” o “Iglesia La Matriz del Salvador” como se le conoce, colgaba una pequeña tela con marco de plata que representaba el sagrado rostro de la “Virgen de la Aurora”. Según cuenta la tradición, la bellísima pintura de la Madre de Jesús, lloró durante seis días con motivo del terremoto que azotó al Puerto en 1822. Gracias a la leyenda, se ha preservado su historia.
Cuentan que durante los días comprendidos entre el 19 y 25 de Noviembre de 1822, la imagen de la VIRGEN DE LA AURORA fue motivo de un extraño acontecimiento. Una tarde, una devota de la Virgen acudió hasta el pequeño retrato para rogarle por el término de tanto sismo y tanta desgracia, al elevar su mirada al rostro de “María” observó que por sus mejillas comenzaban a rodar dos puras y reales lágrimas. Desde ese momento comenzó el llanto de la imagen. Muchas fueron las lágrimas que presenciaron los feligreses de la Iglesia causando su asombro y el de los sacerdotes que acudieron a constatar el hecho.
Comenzaron a formularse numerosas interpretaciones en la turbada mente del pueblo. Los más devotos vieron en las lágrimas de la Virgen, un llamado a la penitencia y a la oración o una clara expresión de dolor por parte del cielo ante los desgraciados movimientos telúricos.
Los porteños abundaron en ofrendas en devoción a la Virgen. A tales excesos llegó el cariño que le manifestaba la población que el pequeño marco de plata con la pintura debió ser trasladado a la oficina del señor cura para su mayor protección.
Hoy en día, la imagen de la Madre de “El Salvador”: la VIRGEN DE LA AURORA, se guarda en la oficina del Cura Párroco, casi olvidada, a más de 150 años del extraño acontecimiento que la hiciera llorar durante seis días y que la trajera al primer plano de la noticia.

La Cueva del Chivato

En Valparaíso, en los terrenos que hoy ocupa el edificio del Diario “El Mercurio”, desde 1899, existía una cueva excavada en la roca de singular origen. Algunos vecinos aseguraban que su existencia se debía a cateos mineros realizados en tiempos coloniales; otros pensaban que su origen se debía a causas naturales, posiblemente producto de la continua acción del mar; pero los más creían que su nacimiento obedecía a los invencibles poderes del demonio.

La caverna estaba situada muy cerca de unas peligrosas rompientes en donde el mar azotaba con furia. Se comentaba que allí en ese misterioso lugar, el Diablo, transformado en un Chivo maligno, se acercaba al Océano en busca de Sirenas que, de tiempo en tiempo, venían hasta los roqueríos a peinar sus húmedas cabelleras.

LA CUEVA DEL CHIVATO, como se la denominó desde el siglo XVII, tomó posesión en la fértil imaginación del pueblo y se fue transformando en un bullente aquelarre de brujos, con poderes sobrenaturales y plenos de extraños y desgraciados acontecimientos.
Muy pronto la CUEVA DEL CHIVATO tomó dimensiones fabulosas y eran muy pocas las personas que se aventuraban de noche a pasar por su fatídico boquerón.
Ubicada en un rocoso promontorio en el faldeo del Cerro Concepción, la cueva quedaba junto al obligado camino que debían seguir quienes transitaban entre el Puerto y el Almendral o viceversa.
La población porteña aseguraba que, de noche, se aparecía el Maligno transformado en un enorme Chivo dueño de tan potente mirada, que podía hipnotizar y petrificar a sus víctimas impidiéndoles cualquier intento de fuga. Los que lograban huir, lo hacían tan desesperadamente que morían destrozados entre las abruptas rompientes o escapaban abandonando tras sí todas las pertenencias que portaban.

Al camino que pasaba por la CUEVA DEL CHIVATO se le bautizó posteriormente con el nombre de “Calle del Cabo”, sendero que terminaba en la QUEBRADA DE ELÍAS, actual PLAZA ANÍBAL PINTO.
Casi a fines del siglo XVIII, don Joaquín de Villaurrutia, prestigioso comerciante vasco adquirió todos los terrenos y casas ubicadas en la Calle del Cabo, incluyendo la misteriosa Cueva del Chivato. De inmediato, se procedió a dinamitar el peñón donde estaba situada la caverna para construir los edificios que servirían de bodegas para sus transacciones comerciales. Cuando la fortuna comenzó a sonreírle, también la desgracia comenzó a ensañarse con él. Innumerables problemas políticos, monopólicos comenzaron a preocuparlo.
Se cuenta que en 1830, un grupo de marineros ingleses ingresaron a la CUEVA DEL CHIVATO, expulsando de ella a un grupo de vagos y delincuentes de la peor calaña, que habían ubicado allí su centro de operaciones, ellos eran y no otros, los autores de todos los delitos atribuidos al “maléfico” chivo.
El 19 de Julio de 1978, un grupo de autoridades encabezadas por el Intendente y Alcalde de la ciudad, procedieron a descubrir una placa recordatoria en el lugar donde existiera la CUEVA DEL CHIVATO

El Monstruo de la Laguna el Plateado

En el camino a “Laguna Verde”, cerca del Refugio del Banco del Estado, esta ubicada la laguna “El Plateado”. Hace muchos años atrás estaba rodeada de bosques, era un pequeño paraíso al que la pajarada acudía en tiempos de anidación para gozar de la paz que la naturaleza podía brindar.
Durante los veranos, los habitantes de Playa Ancha, tratando de cambiar el rutinario panorama costero, llegaban hasta las refrescantes aguas de la Laguna “El Plateado”.
Muchos fueron los que cayeron victimas del monstruo que habitaba la laguna.
Quienes lo vieron alguna vez, cuentan que era grande como un mantel y albo como una sábana, que su contorno estaba provisto de numerosas garras finas y transparentes, y que toda la extensión de su cuerpo estaba cubierta por un espeso pelaje que, cual mínimos tentáculos, se adhieren al cuerpo de su víctima para sorberles la sangres hasta la última gota.
El caso es que ninguna víctima logró jamás liberarse del monstruo y que, muy por el contrario, éste siempre resultaba victorioso.
La fama de la voracidad de este fabuloso animal comenzó a restar bañistas a la Laguna “El Plateado”

Pancho, el otro Nombre de Valparaíso

En el “Cerro Barón”, perteneciente al Barrio “Almendral”, se eleva la vetusta “Iglesia San Francisco”, uno de los templos más antiguos, queridos y característicos de Valparaíso.
La historia nos cuenta que después de numerosos trámites y estudio se procedió a comprar las 14.000 varas de terreno que se necesitaban para la edificación del Convento franciscano que se componía de una casa de ejercicios, un claustro de dos pisos y una Iglesia. Esto sucedía en 1846, pero los franciscanos recién se trasladaron al nuevo edificio en 1851.
Los trabajos arquitectónicos de los edificios estuvieron a cargo de los padres: Diego Chuffa y Septimio Begamby.
El Templo posee un frontis de cal y ladrillo cuya construcción, posterior a la torre, se realizó en 1891. Todas las construcciones quedaron terminadas recién en 1893.
Su famosa torre, verdadero atalaya de la Iglesia, domina casi toda la Ciudad y es visible desde todos los sectores del amplio anfiteatro que es nuestro puerto.
Los marinos la ubicaban desde lejos cuando sus naves recién dirigían sus proas hacia Valparaíso, valiéndose de la Torre de San Francisco como punto de referencia para enfilar sus embarcaciones. Ellos bautizaron por tercera vez a Valparaíso que comenzó llamándose “Quintil” antes de nominársele: Valparaíso.
Los marinos al divisar la rojiza torre de San Francisco exclamaban: allí está “San Francisco” y los menos devotos, pero más cordiales, decían: “Allá está Pancho”.
Ese cariñoso nombre de “Pancho”, fue repitiéndose y escuchado tan seguido y por tanto tiempo entre la marinería, entre la oficialidad y entre la población, que echó raíces populares entre los habitantes que aceptan este “sobrenombre” con cierto agrado, con infantil delicia.
Así, de pronto, sin que nadie pueda decir desde cuándo, “PANCHO” pasó a constituirse en el tercero y, a veces, único nombre de Valparaíso.
La torre de la “Iglesia San Francisco” del cerro Barón, de más de cuarenta metros de altura, fue durante muchos años el único faro existente para las naves que ingresaban a la bahía porteña. Su campanario posee tres grandes campanas que miden 1,40 metros de diámetro. Están montadas en gruesos caballetes de madera y cada uno de sus Badajoz pesa alrededor de cien kilos.
Este longevo templo, sigue siendo un verdadero atalaya que se eleva hacia lo alto, destacando su presencia como una mano amiga ofrecida por Valparaíso a los turistas y viajeros que arriban a sus lares por tierra o por las azules aguas del Pacífico.

viernes, 4 de septiembre de 2009

5 comentarios:

  1. Dejo mi reconocimiento al trabajo realizado. No obstante, queria preguntarles si acaso conocen alguna leyenda o mito que tenga como localidad al tranque La Luz, hoy conocido por la Inmoviliaria que ha destruido parte de su costa como Lagunilla Curauma.

    Espero por su respuesta.
    Saludos.
    Sergio.

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    Respuestas
    1. LOS soldados de la batalla de placilla que a veces se aparecen en los bosques (1891)

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  2. Algún mito o leyenda de Olmué o Limache por favor

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  3. Necesito una leyenda de Valparaíso corta para niños

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